"Si nadie inventa una máquina de lavar platos, la inventaré yo misma”. Dicho y hecho. Josephine Cochrane se puso manos a la obra y desarrolló en 1886 una rueda de madera con compartimentos individuales que recibía agua jabonosa de una caldera. La inventora liberó a la mujer de una de las tareas domésticas más pesadas, pero no era esa su intención inicial: lo único que pretendía era proteger su fina vajilla china de las “torpes” manos del servicio.
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