Estos caramelos sonaban na más que al desenvolverlos y a veces ni eso. Cuando le dabas tres chuperretás y dejaba de silbar lo mirabas con atención y pensabas "Y me tengo que comer ahora todo esto". Solución, cuando tu madre, que te lo había comprado a regañadientes, no miraba, lo tirabas a la primera papelera que veías. En el suelo no que te pillaban. Y si les asombraba ver lo rápido que te lo habías comido solamente tenías que decir "Sí, es que lo he masticado". Tres cojones, pues no daba dentera masticar un caramelo.
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