Ella siguió viviendo en la pequeña casa, incluso después de que los muros de hormigón se levantaran a su alrededor, casi con grúas y torres sobre su vivienda.
Cuando alguna vez le preguntaron si le molestaba los ruidos ella dijo “Yo pasé por la Segunda Guerra Mundial, el ruido no me molesta”.
Quizás es una decisión un poco loca, pero también es cierto que, en nuestra vida, algunas cosas no tienen precio.
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