
Ante todo decir que lo de algodón es por el parecido tacto y aspecto, por nada más.
Para fabricarlo se utiliza una máquina especial que consta de un recipiente circular (como un barreño) y de un pequeño núcleo que gira por el efecto de un motor. En este núcleo hay un pequeño cuenco con una gran cantidad de diminutos agujeros y con una fuente de calor bajo él.
El azúcar —y el colorante rosa— se vierten en el cuenco giratorio. El calor derrite el azúcar y por efecto de la fuerza centrífuga el dulce sale despedido por los orificios en forma de hilos que, antes de recogerlos, hay que esperar a que se enfrían y solidifiquen.
Y es por efecto del calor que el azúcar pierde su estructura cristalina para hacerse amorfa, lo que permite que forme una fibra tan suave y flexible, a la que se pueden enrollar más fibras de azúcar, hasta formar la nube algodonosa que se vuelve pegajosa con la humedad y que se deshace rápidamene en la boca.
El algodón de azúcar se hizo popular en 1904 y sigue siéndolo en la actualidad, asociándose a ferias, espectáculos circenses y actividades festivas en general. Aunque las raciones son de gran volumen y realmente enormes para un niño, no son especialmente calóricas, pues la ración se limita a una cucharada de azúcar y aire. Eso sí, mucho aire.
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